Todas las personas tenemos en la cabeza un ideal de cómo tenemos que ser, que generalmente se corresponde con aquello que nos han dicho que es correcto o socialmente deseable. Debido a eso solemos entrar en un conflicto interno entre lo real y lo ideal. En muchas ocasiones, esto se convierte en una carga muy pesada que mina nuestra autoestima y que hace que tengamos que ocultar-nos muchas partes de nosotros/as mismos/as, que entremos en una comparación constante entre ambos estados. No hay más que observar la cantidad de tiempo, esfuerzo y recursos que empleamos en ser personas que realmente no somos para agradar a los demás. Es importante tener en cuenta que las personas no somos ideales, somos reales.
Cuando queremos parecernos a ese “ideal impuesto” inevitablemente tenemos que ponernos una máscara. Máscara que oculta nuestro verdadero yo. De esta manera, todo aquello que consideramos que no se ajusta a esos cánones lo escondemos, lo negamos y lo metemos en “el cajón desastre”. Cuando hemos llevado esa máscara durante mucho tiempo terminamos creyéndonos que somos dicha mascara, por lo que cada vez nos vamos alejando más de nosotros/as mismos/as, con la consiguiente sensación de insatisfacción que eso produce. Así terminamos “creyéndonos que somos la máscara que nos hemos puesto (yo soy así) y rechazando todo aquello que no tenga que ver con ella (yo no soy así)”.
En estos días de Carnaval, mucha gente cambia su máscara habitual por otra “mascarita” y durante ese rato se permiten explorar otras formas de estar en el mundo. Si vivimos esos momentos con consciencia podremos observar que “el disfraz” que elegimos también tiene mucho que ver con nosotros/as y, en algunas ocasiones, con partes de nosotros/as que no nos permitimos mostrar en el día a día. Por poner un ejemplo: muchos hombres en estas fechas elijen “disfrazarse” de mujer. En el fondo, de manera habitualmente inconsciente, es una necesidad de conectar y darle un espacio a su parte femenina (todas las personas tenemos una parte masculina y otra femenina). Esto es una manera de darle luz a esa parte de ellos que la sociedad tanto ha castigado y tan poco les ha permitido y que en estas fechas se convierte en algo “políticamente correcto”.
Por eso hoy quiero proponerte un ejercicio: si te vas a disfrazar o lo has hecho en estos días, observa qué personaje has elegido y piensa qué tiene que ver contigo, cuánto de ese personaje te permites expresar (o no) en tu vida y cómo te sientes en ese “papel”. Espero que si decides hacerlo lo hagas sin juzgarte ni criticarte y puedas disfrutarlo.