incertidumbreEstamos constantemente buscando seguridad porque nuestro cerebro quiere certidumbre y tener el control sobre la vida, para ello, empleamos mucho tiempo y esfuerzo en programar nuestro futuro, desde lo que nos resulta conocido y cómodo, ya que creemos que de esta manera disminuirá la sensación de inestabilidad que nos produce el cambio. Al creernos seguros, habitualmente, nos olvidamos de que la vida es puro cambio e incertidumbre, por lo que, al no estar alerta frente a estas cuestiones nos resulta complicado manejarnos con ellas.

Para muchas personas, la incertidumbre es una tortura, no soportan la duda, no tener una información veraz. Cuando nos identificamos constantemente con nuestros pensamientos, tener información nos permite tranquilizarnos momentáneamente y empezar a aceptar la situación, a hacerle frente y a poder superarla. Cuando no sabemos manejarnos con la incertidumbre de la vida terminamos sintiendo un gran estrés y, en algunos casos, podemos generarnos problemas de ansiedad, entre otros.

Cuando se producen cambios importantes en nuestra vida, como una crisis, una ruptura, un despido, la muerte de alguien querido… lo solemos vivir como algo desagradable porque estas vivencias nos ponen de frente la incertidumbre y ello, nos obliga a generar cambios en nuestros esquemas mentales, forma de vivir… lo que nos produce una sensación de pérdida de control, de miedo, ansiedad e inseguridad.

Debido a que hemos construido una sociedad alrededor de una imagen imaginaria del futuro queriendo tenerlo todo controlado, donde tratamos de evitar, de una manera casi obsesiva, sentir cualquier tipo de dolor o emoción que nos resulte desagradable, andamos por la vida viviendo desde el pensamiento e identificándonos constantemente con él, no queriendo sentir muchas de las emociones que sentimos, escondiéndoselas a los demás e incluso a nosotros/as mismos/as. Para poder hacer todo esto, nos mantenemos pre-ocupados/as en buscar la tan ansiada seguridad. Aunque suene duro, la realidad es que todo esto es una fantasía que creamos con nuestra mente ya que la seguridad y la certeza realmente no existen. Por ello, es importante comenzar a mirar de frente todas esas emociones que nos negamos y ocultamos para que, de alguna manera, podamos hacernos amigas/os de ellas y comenzar a vivir con todo lo que tenemos en el presente.

Es importante tener en cuenta que en la vida “la única certeza que tenemos es el propio cambio y, por lo tanto, la propia incertidumbre”.

Básicamente hay dos formas de vivir la incertidumbre:

Desde la resistencia: tratando de cambiar lo que está sucediendo mediante nuestro pensamiento, negando la realidad y reaccionando a ella desde nuestros viejos patrones que nos resultan familiares y seguros. Esto hace que acumulemos mucha frustración, rabia, insatisfacción, falsas expectativas, deseos no cumplidos… La mente se resiste a aceptar la incertidumbre porque le teme al cambio, a la pérdida y a la muerte.

 Desde la aceptación: permitiendo que los hechos se desarrollen, viviéndolos de una manera espontánea, sin suprimirlos. Esto nos permite soltar la tensión en el momento en el que se presenta, permitiendo que tenga lugar lo desconocido, recibiéndolo como una fuente de crecimiento y comprensión. El hecho de soltar esta tensión hace que podamos encontrar la relajación interna y la seguridad en el propio presente, lo que nos permite vivir y construir desde el momento actual, soltando todas las ideas de control. Esto nos permite tener nuevas y originales ideas, pensamientos y recursos. Aceptar, también, significa reconocer la situación de incertidumbre en la que nos encontramos; reconocer que es dura y estresante, dándonos cuenta de lo que sentimos y aceptando esas emociones; reconocer que en este momento no tenemos las respuestas, los medios, los recursos y, que en este momento, no podemos hacer nada y, pedir ayuda, si es necesario. Esto forma parte de aceptar la realidad tal cual es, y todo esto nos ayuda a gestionar la incertidumbre. Un matiz importante es no permitir que la aceptación se convierta en resignación.

Gestionar la incertidumbre implica aceptar que la vida no es predecible, que todo está en constante cambio, aceptar “los errores” como parte de nuestro proceso vital, asumiendo que son un elemento fundamental de la mejora y el crecimiento. Los “errores” nos abren puertas a nuevas proyecciones, ideas y formas de ver la vida que pueden resultar bastante interesantes. Para ello tenemos que tener flexibilidad y tratar de olvidar “viejos patrones de pensamiento y comportamiento” que en su momento nos resultaron útiles pero que se han quedado obsoletos. Por todo esto, es importante integrar el cambio como parte de la vida.

Para que todo esto se pueda dar, es imprescindible mirar hacia el interior de uno/a mismo/a, aprender a escucharnos y pasar por los espacios de incertidumbre tal y como vienen, es decir, soltar el control de querer que la vida sea como queremos que sea y aceptar que, simplemente, la vida es como es y saber que a pesar de todo ello tu influyes en cómo es tu propia vida y en cómo la interpretas. El camino para vivir la incertidumbre y no escondernos de ella es confiar en nosotros/as mismos/as, en nuestro ser, viviendo en el presente, sabiendo que hay muchas cosas que no podemos controlar y que los problemas forman parte de la vida.

Abrazar la incertidumbre implica un alto nivel de conocimiento y aceptación personal que nos ayuda a movernos con naturalidad a lo largo de los diferentes ciclos de la vida con todas las cosas que suceden en cada una de las etapas de la vida.

Para finalizar quiero comentarte que: cuando te encuentres de frente con la incertidumbre trata de no correr en cualquier dirección de una manera ansiosa y compulsiva, pero tampoco que cierres los ojos a la realidad. Simplemente observa y continúa viviendo sin fingir que no pasa nada. Deja que la vida fluya y siga su curso natural y fluye con ella. De esta manera, poco a poco tu mente se irá despejando, las ideas irán surgiendo y las dudas comenzarán a aclararse, visualizando el camino por el que seguir andando.

Al aceptar las cosas tal y como son solemos pasar a la acción; cuando las negamos solemos entrar en un proceso de bloqueo.