Habitualmente, las personas aprendemos y avanzamos en la vida por medio de la frustración. Cuando nos encontramos en un momento de comodidad, estamos «a gusto», «relajados/as», «quietos/as». Y esa sensación es maravillosa.
La vida avanza y comienzan a aparecer situaciones que requieren que hagamos un movimiento (generalmente el movimiento primero es interno y después se materializa en lo externo). Habitualmente, como estábamos muy cómodos/as, no queremos que nada se mueva, queremos quedarnos en ese estado maravilloso, ya que permitir el movimiento interior implica «perder ese estado de comodidad y tranquilidad». En este momento suele aparecer una emoción maravillosa, a pesar de que tiene muy mala fama: LA FRUSTRACIÓN. Esta emoción es la que, en su nivel adecuado, nos permite avanzar y crecer.
Cuando dicha emoción es demasiado elevada y no estamos preparadas/os para afrontarla, nos sobrepasa. En estos momentos suelen ocurrir dos cosas: o nos bloqueamos o huimos.
Cuando la emoción no tiene la suficiente fuerza, casi no la percibimos, por lo que no nos produce la necesaria sensación de incomodidad interna para movernos. En estos casos lo que suele ocurrir es que nos acomodamos y no avanzamos. Así, también evitamos el cambio.
Ambas situaciones son resistencias que ponemos los seres humanos para cambiar, ya que a pesar de que las personas queremos avanzar y crecer, nos dan miedo los cambios. Éstos implican afrontar lo desconocido y transitar la incertidumbre.
Un grado de «frustración adecuada», es aquel que nos produce la suficiente incomodidad interna como para salir de la situación anterior, pero no excesivamente elevada como para bloquearnos. Esto nos permite buscar dentro de nosotros/as aquellos recursos y habilidades necesarias para afrontar la nueva situación y seguir hacia adelante.
Por eso, en muchas ocasiones, salimos de una situación desagradable cuando nos damos cuenta de que ya no queremos más de lo mismo, a pesar de que aún no sepamos lo que queremos. De ahí una frase que escucho mucho: «Aún no sé lo que quiero, pero tengo muy claro lo que no quiero».