En la vida diaria solemos tener muchas exigencias: la casa, el trabajo, los/as niños/as, la pareja, los progenitores, etc. Muchas personas requieren de nuestra atención y dedicación. Habitualmente, con todo el amor del mundo, queremos darle a los demás lo mejor de nosotros/as. En muchas ocasiones esto es así. Sin embargo, en algunos momentos, por diferentes circunstancias, podemos sentir que no llegamos a todo y, aún así, tratamos de hacerlo. En el intento, nos rompemos por dentro.

Cuando esto ocurre, sin darnos cuenta, comenzamos a repartir pedacitos de nosotros/as. Como consecuencia, los/as demás suelen sentir que eso no es suficiente y también, sin darse cuenta, comienzan a exigir más, porque nos quieren enteros/as. Cuando estamos con alguien, queremos estar con esa persona “al completo”, no con un pedacito de ella.

Por ello, es importante tener en cuenta, aunque pueda parecer contradictorio, que para que poder estar con “el otro”, el primer paso es dedicarse tiempo a uno/a mismo/a. “Hasta que no estés rebosante de ti mismo/a, estarás a medias”.

Para poder estar en presencia con “el otro” es necesario tener un tiempo para descansar, para parar y conectar contigo, con tus emociones y sensaciones internas. Tener un espacio donde poder nutrirte hasta sentirte saciado/a. En ese instante, en el que te sientes lleno/a de ti, dejas de dividirte para poder llegar a los demás. Entonces, puedes estar en disposición para el otro.

Cuando dos personas están llenas de ellas mismas pueden estar disponibles para relacionarse de una manera saludable.

Solamente cuando estés lleno/a de ti podrás compartirte desde el amor”.