mariposa-cactusCuando llegas a mí, lleno/a de espinas por haber estado recorriendo los montes de la vida…, sé que las espinas que se han clavado en tu piel te escuecen; te escuecen tanto que tú solo/a no puedes sacártelas, llegas a mi lleno/a de dolor y desesperación.

Apareces, esperando que alguien te quite el dolor y, muchas veces, éste, hace que ni tan siquiera puedas ver las espinas. Trato de calmarte e intento acariciarte, pero eso no sirve, porque cada vez que lo hago, una de ellas se clava, aún más, en tu piel y el dolor te resulta insoportable. Tengo que tener mucho cuidado y atención para tocar ese pedazo de piel que no duele; aquella que no tenga ninguna púa. Sé que si toco en otro lado, tu dolor te hará desconfiar de mí.

A veces, mi atención no es exacta y pongo mi mano en un lugar donde había una astilla que no pude ver y ella penetra más en tu piel. Cuando veo tu dolor, tengo que aumentar mi atención para centrarme en aquella zona de tu piel que está libre y sana y, así, cuando puedas descansar un poco en el regazo de mi caricia, coger suavemente una pequeña espina y tirar de ella para sacarla.

Sé que en ese momento vas a sentir dolor y probablemente te enfadarás conmigo, te revelarás contra ese dolor y saldrás corriendo.

Me duele ver como te vas “muerto/a de dolor” y pacientemente espero; espero a que esa herida cicatrice, con la esperanza de que vuelvas, con miedo a que no lo hagas.

En ocasiones vuelves porque aún sientes dolor y te recibo con todo el amor que puedo.

Tengo que estar atenta, muy atenta, porque tengo miedo a que cuando vuelva a arrancar otra espina y aparezca de nuevo tu dolor, vuelvas a huir. A veces, me desespero y tengo ganas de quitarlas todas de golpe para que así, puedas dejar de sentir dolor, pero… se que eso no es posible, que tu cuerpo no podrá soportarlo y… respiro, respiro profundamente y… observo, observo atentamente; tanteo… tanteo lentamente para saber que parte de tu piel puedo acariciar y cuál aún no está preparada para ser tocada. Y veo tu frustración y desesperación porque crees que no te ayudo, y me duele tu enfado y… trato de no engancharme a él, y… sigo respirando.

Sé que tengo que tener mucha paciencia, pero.. a veces, no la tengo porque tu espina toca con mi piel y me duele, y… respiro, respiro profundamente para manejar mi propio dolor haciéndome cargo de él.

Soy consciente de que es un trabajo de mucha paciencia y mucho amor, y.. te miro mientras duermes esperando a que tu dolor se calme. Durante ese rato, intento que nadie se acerque para que tus heridas curen. Veo que te despiertas con un dolor insoportable y das vueltas por la habitación, y… sé que lo único que puedo hacer es estar ahí, viendo cómo sientes el dolor, sin poder calmarlo y… me duele, me duele el alma y… respiro; respiro profundamente confiando en que te calmarás.

Cuando ya no hayan heridas tan sangrantes y dolorosas, esperando el tiempo necesario para que cada herida cicatrice.. sabré que ha llegado el momento de dejarte libre para que vuelvas al monte. En este momento, suele aparecer dentro de mí, un miedo a que vuelvas a llegar de nuevo con la piel cubierta de elementos punzantes fruto de tu aventura en el bosque. Sé que lo único que puedo hacer es esperar y confiar que si en algún momento lo necesitas, estaré ahí, para volver a acogerte, a observarte y ver cómo está tu piel, recorriéndola lentamente con todo el amor que pueda.

Cuando sea el momento, te enseñaré cómo quitarte las espinas de tu piel, una a una, para que no me necesites. Jamás sabré que será de tu vida cuando hayas aprendido, confío en que estarás conociendo otros mundos y horizontes que te permitirán crecer, jugar y explorar la vida.

En el fondo de mi alma, me siento tranquila porque sé que estarás viviendo, que habrás aprendido a quitarte tus propias espinas. En el fondo de mi alma sé que la paciencia y el amor que te dediqué fue una acto que me ayudó a amar, a entender, a tener paciencia conmigo y contigo, con mi dolor y con tu dolor. Esto me llena de gratitud y me produce mucha tranquilidad.

Cuando te hayas ido, necesitaré un tiempo para curar las heridas de mi propia piel, para que puedan cicatrizar, para dejar de sentir dolor y atender a quien lo necesite.

Con cada proceso que acompaño, mi amor y mi comprensión aumenta, mi atención se afina, y puedo comprender que cada uno/a necesita un tiempo de recuperación entre “espina y espina” y lo mejor que puedo hacer es esperar pacientemente mientras curo mis propias heridas.

Me siento tremendamente agradecida a esas personas que me acogieron y me acogen cuando yo estoy dolorida y me dedican su tiempo, paciencia y amor.

Esta vida me recuerda día a día que, cuando estoy centrada en el amor y la atención, puedo contribuir a que las personas puedan curar sus propias heridas y enseñar a otras a hacer lo mismo. Al mismo tiempo me consuela saber que, cuando yo estoy llena de espinas y no puedo quitármelas sola, encontraré a alguien por el camino que me pueda acoger y ayudar, con paciencia y amor, en un nuevo proceso de “des-espinación”. Y por todo este aprendizaje, no puedo más que estar tremendamente agradecida.